miércoles, 3 de noviembre de 2010

El arquetipo, Dionisio y Baco

El vino ha seducido al ser humano desde hace más de 6.000 años. Claro que no era el vino que conocemos ahora. Se trataba de un primitivo jugo de uvas silvestres, cuyas levaduras naturales de la piel convertían el azúcar en alcohol en el proceso de fermentación. Además de sus sabores, los alcoholes siempre fueron atractivos para distraer las penas o exaltar el espíritu. El vino habrá cambiado, pero el hombre no. Dionisio o Baco siguen siendo nuestros arquetipos.

Con  el abandono de la vida nómada, los cultivos, la producción y experimentación se fueron formalizando y expandiendo, desde el Mediterráneo oriental. Del Egipto de los faraones, el vino llega a Grecia y se desarrolla una gran relación comercial y crecimiento económico. Más de mil años antes de Cristo, ya Grecia estaba cubierta de viñedos y se daba el lujo e exportar sus productos aromatizados y enriquecidos con especias y miel, entre otros; protegidos en envases de cuero y en cántaros.  El vino llegó a ser tan importante para los griegos, que le atribuyeron un origen divino. Dionisio hijo de Zeus, el rey de los dioses, era oriundo de Asia, había creado la uva y, con su poder sobrenatural, había hecho que el vino emanara de la tierra para liberarnos, para darnos el éxtasis, el frenesí y la locura con la que se alejaban las preocupaciones cotidianas. ¡Negocio redondo!

Alrededor del siglo III a.C., la expansión griega toca a Roma a través de Pompeya, quienes luego extienden la vinicultura por Europa central. Hasta entonces, el vino se bebía aguado. Se tomaba solo, sin mezclarlo con agua, en ofrendas y cultos religiosos. Con la expansión, el Imperio Romano  buscó asegurar el suministro a sus soldados. Así nació esta industria en Austria, Alemania, España, Italia y Francia.   

Dionisio, o Baco para los romanos,  gana puesto en la región.  Famosas fueron las bacanales, hoy símbolos decadentes de un imperio desenfrenado que con los siglos enriqueció su gastronomía y sofisticó su producción y consumo de vinos.

A lo largo de los siglos que duró el Imperio Romano, variaron las costumbres.  El buen vino fue siempre recurso e instrumento de ricos, cortesanos y poderosos. Y, aunque se popularizó, su consumo llegó a prohibirse en mujeres y menores de 30 años. Los romanos aportaron al desarrollo del vino un manual para los viticultores, las vides en arbustos y enredaderas, introdujeron las botellas, las tapas de corcho y las barricas que garantizaban algo más de vida al vino.

Crisis durante las invasiones bárbaras estancaron su desarrollo pero no pudieron acabar con las bondades de la vitivinicultura. La cuidaron los monjes cristianos.  Los musulmanes la toleraron a pesar de tenerlo prohibido. Y es a partir del siglo VII, en Alemania y Francia, que vuelve a retomar su puesto en la tierra, la mesa y el comercio.

El vino hoy creció, se sigue desarrollando y está cada vez más globalizado y popularizado. Los hay para todos los gustos y presupuestos. Dionisio o Baco siguen siendo nuestros arquetipos, nuestra fuente, una tendencia innata a experimentar de cierta manera, nuestro patrón cuando de placer se trata. Siguen modelando muchas de nuestras costumbres, nos siguen halagando y seduciendo… El sabor y la liberación…

Inés Urdaneta
José Luis Estela

“El arquetipo es una tendencia innata a generar imágenes con intensa carga emocional que expresan la primacía relacional de la vida humana”.
Carl G. Jung

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