jueves, 16 de septiembre de 2010

Vino en lata

Tiempos de crisis son tiempos de retos. Pareciera que por algún tiempo más persistirá el recorte de los presupuestos en distintas poblaciones del mundo, junto a patrones más exigentes de consumo precio-calidad. En un mundo saturado de alternativas, el mercado del vino no es la excepción.  La iniciativa de enlatar el vino, que a finales del siglo XX pareció una extravagante innovación, años después ha ido cogiendo vuelo. El desafío ha sido asumido por varias firmas, fundamentalmente en Australia, California, Argentina y Chile, que producen millones de latas al año.  

La aventura no es descabellada. La posibilidad de enlatarlo abrió el espectro de un mercado de consumidores más informales, que querrían disfrutar cómodamente del vino como otros lo hacen de una soda o una cerveza, en casi cualquier circunstancia. No hace falta destapar una botella para consumir solamente la mitad. La lata es uno de los elementos que más fácil y repetidamente se recicla. Elimina el problema del moho que daña al 5% de las botellas tapadas con corcho, no necesita  descorchador, el envase es resistente, es impermeable a la luz que afecta el vino y, en general, es más económico.  El aluminio está recubierto internamente de un aislante y sus fabricantes aseguran que, lejos de alterar el sabor del vino, preserva su calidad hasta 5 años. Hoy en día se enlatan vinos de uvas tintas y blancas como Cabernet Sauvignon, Malbec, Shiraz, Merlot, Chardonnay, Sauvignon Blanc y Chemin Blanc. Los espumosos también están teniendo éxito.

Sin embargo, para quienes disfrutan los rituales tradicionales y los vinos añejados, la lata y las cajas pueden resultar casi una aberración. No en vano, los mercados que más fácilmente se han abierto a la innovación del vino en lata son los asiáticos del este como Japón, algunos países de Europa del norte y del este, así como los segmentos jóvenes de los países de gran tradición vinícola.  Se trata de nuevos mercados, de la  popularización del vino… el vino en campamentos, en la playa o la piscina, en el campo de golf, en el estadio, sobre la marcha y en reuniones informales.

La globalización y la extensión del producto harán que, estemos prejuiciados o no, no podamos evitar la tentación de estirar el brazo en el anaquel de un mercado, estación de servicio o de comida rápida, y agarrar una lata de vino en vez de una soda para acompañar un refrigerio. Es práctico, rápido y cómodo. Pero nunca reemplazará el placer que sentimos al leer la etiqueta, seleccionar la botella, descorcharla, oler su perfume y degustarlo lentamente a sorbos, junto a una buena comida y en buena compañía.

El mundo sigue creciendo al ritmo del vino…

José Luis Estela
Inés Urdaneta


“El primer vaso de vino abre al segundo el camino”
Autor desconocido.

1 comentario:

  1. Brillante la idea de poder elegir un lata de vino, en vez del consabido refresco o jugo. Ojalá la posibilidad llegue pronto a mi país!

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